lunes, 14 de enero de 2013

Molinos en el Camino # 6




Lo que parece ser un recorrido mas montados en Dulcinea con destino cierto hacia la tierra Bolivariana, silenciosamente se convierte en el último viaje donde nos tiene a los cuatro jinetes cabalgando juntos. El camino es para elegirlo, por eso se presenta siempre posible la incertidumbre de haber encontrado el sendero correcto o no.
La noticia nueva ya no lo era, pues ya sabíamos del principio que uno de nuestros Quijotes marcharía al noveno mes de abordar la travesía para volver a ilustrarse en el séptimo arte en el país que lo ha visto despegar alas hacia todo el vasto continente. La espera notoria de quien auspicia la partida, se vuelve mansa sabiendo que todo hecho acontecido hasta el momento fue amable y provechoso, que no ha quedado mas que las huellas de los pasos agigantados ante cada molino, el sonido del rechinar de las espadas entre combate y combate cotidiano, las obligadas despedidas –abundantes- que han dado  un empujón al lomo, una lisonja al alma y se han vuelto vestigios del tranco posibilitando el sobrelleve  de la marcha, a veces, cansina.
Es probable que los primeros días en su hacer, se manifiesten intensas ensoñaciones y remembranzas evocando situaciones al presente como embutirse durante tres días seguidos emparedados de queso salado y tomates, o no echarse aguas al cuerpo durante un largo período para hacer notar el efluvio característico que emanaba, despedir a los afectos familiares  que seguramente verá al día posterior con un abrazo de oso montañés vociferando “nos vemos pronto, buen camino, no se pierdan”, y así, otros síndromes post- viaje que le hagan acordar por el resto de su vida que éste episodio compartido con otros afiebrados por el “andar -haciendo“ se ha metido y contagiado su sangre, invadiendo con inquietud de divagar y conocer otros senderos ajenos a su patria.
Aquí, nosotros, con una pata menos, que sostenga éste embrión llamado “Quatro quijotes”.
Después de varios trapiches derrotados, el molino del Vacío no se dará por vencido. Quizá el mas difícil de derrotar puesto que no hay forma de destruirlo, solo aprender a espadearle durante todo el trayecto para saber que está ahí presente la sonrisa propia de un caballero, el entrevero constante en la charla coloquial y profunda, la honestidad, la sensibilidad detrás de lo inconmovible, y por sobre todo el vacío de la mano amiga.
Aquí nosotros, próximos a dar con el Molino de la Espera, para batirlo a duelo, y en buenas términos nos otorgue, vino y buen plato mediante, el compartir de las andanzas de caballeros más venturosas que pueda llegar a regalarnos el camino.
                                                                                                                                                                   

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