viernes, 12 de octubre de 2012

Molinos en el camino # 4


En las tierras próximas donde se forjaron las antiguas historias de los MOCHE,  una civilización que se pronuncio en el tiempo durante los años 100 y 800 D.C. los quijotes hacen pie en la Ciudad Nueva de de Trujillo. Otros aires, vientos de cambio, mar pacífico. El rumor puesto a las orbes por el Mismisisímo La Hoz, un juglar de la Comarca de Barranco emplazada  en Lima, dataría que unos comediantes itinerantes harían de anfitriones, en pos de crear alianzas para que continúe galopando el desvarío de caballeros andantes. El vaticinio se concretó al dar con La Mediadora Jaddy, de voz parsimoniosa y compás durmiente que hace ocultar su infalibilidad a la hora de negociar suertes y estrellas con terratenientes, mercaderes, y señores potentosos.  Prontamente les brinda su morada – la que antes había servido de posada para cientos de trashumantes que buscan en la locura del arte, una lógica que los mantenga airosos-.  Los quijotes se muestran maravillados y asimilan durante un período largo un entrenamiento  exquisito, una forma de combate singular, debido al talante astuto  que La Mediadora  utiliza para derribar a los molinos de viento que se le presentan.  Tal fue el oprobio para un puñado de pobres molinillos que se enfrentaron a los quijotes reiteradas veces en la acrópolis central de la Nueva Ciudad y que en un pestañeo Jaddy dio asunto cerrado, con estrategia magnánima para entregarles el anfiteatro y así, poder encandilar a la candente y tropical audiencia trujillense, desenvainando todo su poderío. Cierto es, que éstos comediantes -  frescos tanto en la sesera como en el izquierdo- acompañaban la osadía diaria de los hidalgos aguardando altercas contra cualquier aspa de temerosos trapiches que se entrometiera en sus fauces: El Chato, con su voladura quijotesca y símil de Sancho, Estrella, un guerrero afable como pocos si los hay, el Caballero Quasi bufón  de nariz roja David, y sus leales servidores los gemelos Sir Jairc y Luis XV,  la Musa Angelina de las Cuerdas y toda la troup de excelentísimos saltimbanquis Olmos , fueron tan sólo algunos de los mentores que dejaron huella  y han sido fuente de inspiración para el camino quijotesco.
No hubo que derramar ni siquiera sangre y cólera, ni soberbia para derrotar a los alarmantes molinos trujillenses. La ofrenda a los quijotes en sus alforjas para el camino no es mas ni menos que la palabra, condimentada con el candor y la nobleza de los actos humanos.  El acto persuasivo del habla, con bases enfundadas en la claridad del alma, es tan potable que cualquier artefacto que conduzca a una querella, quedaría inerte. El molino aplastado por éstos bienaventurados  lleva el nombre de la Honestidad, puesto que acción y palabra marchan en yunta como Don quijote y Sancho Panza. 

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